jueves, 19 de marzo de 2015

Quiero ser





QUIERO SER...

Por: Eva Cano Fortuna

- Papá, quiero ser bombero. Dijo Sara mientras veía en la tele un bosque incendiado este verano.

- ¿Por qué, cariño?- contestó su padre muy intrigado.

- Porque quiero salvar a todos esos árboles y animalitos que se pueden quemar.

- Me parece muy bien- dijo su papá.


Pasaron los días, y la mamá de Sara se puso enferma y el doctor vino a casa a verla. Tras la visita del doctor, Sara se acercó a mamá y le dijo:

- Mamá, quiero ser médico.

- ¿Por qué, hija mía?

- Porque quiero curarte a ti, a papá, a mi hermano Víctor, a los abuelitos y a todas las personas que se pongan malitas.

- Estoy segura de que serías una gran médico, cariño.

Días más tarde, toda la familia estaba esperando a que papá llegara de trabajar para cenar juntos, pero papá llegó muy tarde. Su carro se había roto y había tenido que llamar a una grúa y a un mecánico que le arreglara el coche.

- Papá, yo quiero ser mecánico, -dijo Sara al instante- porque así yo podré arreglar tu coche para que nunca te deje tirado y siempre puedas volver pronto a casa.

- Esa es una gran idea, cariño.

Aquel verano, todos juntos fueron a la playa. Lo estaban pasando muy bien, cuando un niño que estaba en el agua comenzó a gritar. Le dolía mucho una pierna y no podía nadar hacia la orilla. Entonces, un socorrista se metió al agua corriendo y sacó al niño. Le había picado una medusa en la pierna y se le había hinchado mucho. Rápidamente llegó una enfermera que curó la pierna del niño. Sara estaba emocionada con todo lo que había visto, y no pudo evitar decir:

- Mamá, papá, quiero ser socorrista y quiero ser enfermera.

Sus papás sonrieron y le dijeron:

- Sara, podrás ser todo lo que tú quieras.


Pasaron los días de vacaciones y Sara se puso a preparar con mamá la ropa y los libros para empezar el cole. Sara estaba un poco desanimada. Iba a pasar al cole de los mayores y pensaba que ya no sería tan divertido como antes, ya que veía que Víctor, su hermano mayor, estudiaba y tenía que hacer más deberes que ella.

- ¿Para qué sirve ir al cole, mamá? Su mamá le dijo:

- Sara, ¿recuerdas que este verano has querido ser muchas cosas?

- Sí, pero aún no sé cuál me gusta más.

- Muy bien, pues si vas al cole, además de pasártelo bien y tener muchos amigos, podrás ser lo que tú quieras. Y cuantas más cosas aprendas, más fácil será para ti elegir lo que quieres ser.

 
Sara sonrió mientras pensaba en todas las cosas que había querido ser ese verano.

- Tendré que estudiar mucho, mamá. Va a ser muy divertido aprender tantas profesiones.

 


El loro sin memoria

Primer finalista
Víctor era un niño un poco tímido al que le daba miedo hablar delante de la gente. Fuera del colegio no tenía amigos, aunque él soñaba con tener un grupo de amigos con los que jugar y pasarlo bien, sobretodo en verano.
Un día paseaba solo por la calle y hacía muchísimo calor, así que se sentó a descansar bajo la sombra de un árbol. De pronto, escuchó un leve quejido y miró arriba. No podía creer lo que veía. Era un pequeño loro, muy bonito y con muchos colores. Pero tenía muy mal aspecto. Parecía que llevaba bastante tiempo perdido y tenía mucha sed.
Apenas se sostenía sobre la rama de aquel árbol, así que no fue difícil cogerlo.
Víctor se llevó al loro corriendo a casa y le dio agua y algo de comida. El lorito revivió enseguida nada más beber agua.
En poco tiempo se hicieron muy amigos y Víctor encontró alguien con quien hablar. Le contaba muchas cosas, así que el loro pronto comenzó a aprender y repetir las palabras que escuchaba.
Pero, el lorito tenía un problema y es que tenía muy poca memoria. Si alguien decía algo, él sólo recordaba la primera palabra y la última. Y ocurrió que una mañana la mamá de Víctor dijo: "Péinate con cuidado Víctor, o te quedarás calvo". Poco después, el papá de Víctor pasó cerca del loro y éste le dijo: "Péinate calvo." El papá se enfadó con el lorito, porque creyó que se burlaba de su problema de calvicie.
Otro día, mamá le dijo a Víctor: "Cuidado con esa silla que está muy vieja". Luego pasó cerca del lorito la abuelita de Víctor y el loro dijo: "Cuidado vieja". La abuelita también se enfadó con el loro porque no le gustaba que la llamaran vieja y porque al decirle "cuidado", la abuelita se asustó y casi se cae.
Al día siguiente, el papá de Víctor revisaba las facturas de la casa y dijo:"¡Qué caro está todo! Llegaremos a fin de mes por los pelos." La hermana mayor de Víctor, muy coqueta, pasó cerca del loro. Había pasado horas peinándose para estar muy guapa para un baile, cuando el lorito le dijo: "¡Qué pelos!" La hermana de Víctor se enfadó mucho con el loro por decir eso de su peinado y se fue a peinarse otra vez.
Otro día, después de encontrarse con el perro de la vecina, la mamá de Víctor dijo:"Qué perro más sucio. Seguro que tiene alguna pulga." Pasó entonces por ahí la hermana pequeña de Víctor, que estaba muy contenta porque mamá le había dicho que estaba creciendo mucho. El lorito le dijo: "Qué pulga." La hermanita de Víctor se enfadó también con el loro.
Como todos se enfadaban, pronto le pusieron de nombre Bocazas. Víctor era el único que entendía y quería a Bocazas. Como en casa todos se enfadaban con él, Víctor comenzó a sacarlo a pasear.
Un día fueron al parque y unos niños estaban jugando al fútbol. A Víctor le apetecía mucho jugar con ellos al fútbol, pero como era muy tímido prefirió marcharse diciéndole a Bocazas: "Eres un loro y no puedo jugar al fútbol contigo. Además, yo soy muy torpe." Entonces, Bocazas gritó: "Eres torpe."
El niño que tenía el balón en ese momento creyó que el loro le decía a él y todos los demás niños se empezaron a reír.
Víctor pensó que por culpa de la poca memoria de Bocazas, ahora se había metido en un lío con esos niños. Pero no fue así, porque el niño que llevaba el balón también comenzó a reírse a carcajadas por lo que le había dicho el loro.
A esos niños, al igual que a Víctor, Bocazas les parecía un loro de lo más gracioso y simpático.
Víctor y los niños se hicieron muy amigos gracias a Bocazas, que le ayudó a vencer su timidez y le dio confianza para ser él mismo. Y Bocazas encontró unos amigos que se reían mucho y sabían aceptar las bromas y reírse de sí mismos de vez en cuando.